El engaño es gigantesco. Es una gran obra de teatro, donde los actores no son reales (son dibujos, o marionetas), donde los espectadores se creen actores y donde el decorado es de película de serie B de los años 70. Pero en la oscuridad no se distingue lo burdo de sus remates y lo triste de sus coberturas. Solo hay un pero, uno poco importante: las ostias son de verdad, no hay dobles, no hay trucos. Los espectadores, nosotros, nos llevamos los golpes sin amortiguación. Eso si, no protestamos. Creo que en el fondo sabes que la culpa es tuya.
Fijemos la realidad y veamos en que se parece a lo que estamos viviendo. La realidad es que tenemos un estado gigantesco e ineficiente imposible de mantener, con una cantidad enorme de políticos y cargos a dedo, en un número casi infinito de estamentos y administraciones públicas, cada uno rodeado de aparatos burocráticos insostenibles, y de bombo y boato propios de reyes medievales. Una casta superior imposible de aguantar más tiempo, que nos saca la sangre para vivir de nosotros. Ahora bien, en el teatro de la fantasía en la que vivimos los culpables son los jubilados y los funcionarios.
La realidad es que tenemos en España una riqueza cultural casi inigualable. Con un idioma, el castellano, que probablemente sea de los más ricos en cultura y literatura de calidad del mundo. Con una serie de culturas e idiomas dentro de la península con más riqueza que muchos otros que se valoran más por ahí. Con una riqueza cultural-popular que distingue cada región distinta de la unidad que forman. Un orgullo para cualquier país o estado del mundo. En el teatro de la farsa y el esperpento en el que vivimos, esto es suficiente para fomentar nacionalismos, que no producen, que no suman y que como todos los nacionalismos, de cualquier clase, que han existido en la historia, son racistas, discriminatorios, violentos e incontrolados. Nacionalismos que solo sirven para empobrecernos, en favor de la casta que los domina y que cree que los controla. Que los alimenta para favorecerse a ellos, mientras arruina y malgasta generaciones completas. Los Políticos.
En las brumas de la ficción que habitamos, un estado solidario es aquel que empobrece a todo el mundo para que el que no tiene pueda tener, para repartir riqueza, para crear socialismo, para crear grupos sociales más justos. En la realidad, la que se ve cuando se abren los ojos y no se permiten alienaciones socialistas, lo que se crea son grandes grupos especializados en vivir con la ley del mínimo esfuerzo, y unas castas sociales (políticos) y económicas (empresarios amigos de los políticos), que son mantenidas con el esfuerzo inhumano y gigantesco de las clases medias aborregadas, que son las que pagan impuestos, y malgastan su dinero en sistemas improductivos creados solos para alimentar las ruedas fascistas de cualquier estado creado alrededor de una idea socializante, que no valora el esfuerzo ni al individuo
Estos estados socializantes, socialistas, de cualquier clase u orientación política, son también ineficaces en lo social. La ayuda no va al que la necesita y no puede valerse por si mismo. La ayuda va al más listo que no tiene ganas de esforzarse, o al que tiene suficientes amigos en las castas mencionadas. Son los estados más injustos e insolidarios de los que existieron en la historia. Los que roban a los trabajadores (clases medias) para repartirlo entre los ricos o entre los vagos. Dejando a los necesitados como estaban.
O nos ponemos en pie y damos las luces, retiramos los disfraces, hablamos en alto las verdades y devolvemos parte de las ostias que recibimos, o esto terminará exclavizándonos a todos como ovejas, para el bien de nuestros amos (políticos y filo-políticos-grandes empresarios).
Es hora de señalar a los culpables, de levantar la mano para pedir la palabra una vez o el puño para exigirla para siempre. Democracia toda. Políticos intocables en castas opresoras, imponiendo socialismo para todos ninguno. O por las buenas o por las malas, pero mañana será tarde.